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Chaco Espacial- Lanzamiento de dos Titus

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Este acontecimiento tuvo como marco la Argentina de 1966 donde existían grandes obras públicas. En la región chaqueña se estaba construyendo el puente Chaco Corrientes; los productos primarios tenían buenos precios, el algodón excelentes cosechas, y como todo se hacía a mano (no existía siembra directa ni cosechadoras) había ocupación plena. Resistencia estaba rodeada de un cordón industrial que daba trabajo a muchos obreros. La clase media también comenzaba a prosperar. En aquella época se inició la electrificación rural que permitió elevar la calidad de vida de los pobladores del interior de la provincia. En los hogares se comenzó a tener electrodomésticos y se pudo empezar a comprar un automóvil de fabricación nacional. En el Chaco se estaba proyectando el acueducto que llevaría el agua a Sáenz Peña y Villa Ángela. A pesar de todo esto, era duro vivir en esta provincia con veranos de 45º C en la sombra, sin abastecimiento de agua potable, calles polvorientas sin asfalto y con amenazas permanentes de inundaciones impredecibles.
En ese año se anunció un eclipse total de sol cuya franja de oscuridad total pasaría por la región. Con el objetivo de estudiar el círculo solar y las altas capas de la atmósfera durante el eclipse cuyo cono de sombra cubriría gran parte de la superficie del Chaco, el Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES) de Francia se unió con la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE) de Argentina en un protocolo de acuerdo para lanzar dos cohetes científicos desde el Chaco, primeros lanzados desde Argentina de esa envergadura. Este proyecto culminó en el increíble lanzamiento ocurrido el 12 de noviembre de 1966 en el paraje Lapachito sobre la ruta Nacional Nº 11 de dos Cohetes TITUS que volaron a 260 Km. de altura. Dado que el fenómeno astronómico fue único en esta región y la fecha y hora del evento muy precisa, los preparativos empezaron 4 meses antes.


Dos realidades tecnológicas
La ciudad de Resistencia contaba con muy pocas cuadras asfaltadas. Por aquel entonces sólo existía un aeroclub ya que el aeropuerto Internacional de Resistencia estaba en construcción. La pista de aterrizaje estaba terminada pero no había energía, caminos de acceso o torres de control. Estaba todo por hacerse y sin embargo aterrizaron dos enormes aviones cargueros procedentes de Francia con todo el equipamiento necesario para lanzar los cohetes desde nuestra provincia. Los 70 técnicos franceses llegaron en un Avro turbo-hélice de Aerolíneas Argentinas que aterrizó en el aeroclub para montar todo el sistema de cohetería.

Es en ese momento que conozco al grupo de técnicos que me proponen oficiar como traductor entre técnicos franceses y argentinos, lo cual acepté inmediatamente, deslumbrado por el gran despliegue de alta tecnología en cohetería que no teníamos oportunidad de ver en la Argentina y mucho menos en el Chaco. Diariamente los acompañaba hasta el obrador de Lapachito (a 50 Km. de Resistencia) mientras facilitaba el diálogo que permitió a los técnicos locales montar las bases e infraestructura necesaria para el correcto lanzamiento de los cohetes. También colaboré, con mis conocimientos adquiridos en un curso de electrónica y radio técnico, en el sector de conexiones y soldaduras de los circuitos, conectando los cables desde los tableros de comando hasta los cohetes mismos. A pesar de que la misión contaba con la última tecnología, no existían todavía computadoras, por lo que se utilizaban circuitos lógicos para detectar errores y fallas. Con este proyecto se emplearon por primera vez normas técnicas internacionales con sistemas de calidad en todo el proceso que permitieron el éxito de la misión. A pesar del obstáculo del idioma en un escenario que parecía la torre de babel (en el que confluían empresas francesas, argentinas, Fuerza Aérea, Vialidad, y muchos obreros locales y de países vecinos como Paraguay y Bolivia), se logró trabajar de manera coordinada y en un ambiente de armonía. Antes del lanzamiento se realizaron simulaciones de despegue para cerciorarse de que todos los parámetros se cumplieran correctamente.



La entrada a la base era muy restringida y estaba a cargo de la Fuerza Aérea Argentina con Gendarmería y Policía Militar. Solamente tenía acceso personal con identificación y permisos especiales, para evitar piratería y copias de tecnología. A pesar del estricto operativo de seguridad, en el momento en que las obras civiles habían concluido y el montaje de los cohetes estaba a un 60%, apareció un colectivo doble camello de turistas japoneses que de “casualidad” se enteraron de la misión y tenían interés de ver la base. Paseándose entre los cohetes, comenzaron a fotografiar todo provocando la furia de los técnicos franceses. Gran parte del sistema de vuelo de los cohetes fue copiado y registrado ese día. En ese momento, Francia se encontraba en el tercer lugar en la carrera espacial respecto de EE.UU. (con la NASA) y Rusia (con los Soyuz), por lo que el acceso a esta información significaba una amenaza para el desarrollo de su tecnología.




Misión científica
El operativo fue llevado a cabo para estudiar la atmósfera solar en el espectro del ultravioleta y entender las erupciones solares, radiaciones de ondas, tormentas solares, etc. Había que aprovechar el momento del eclipse total, que es cuando la luna tapa el disco solar y permite “ver” lo que pasa en la corona del sol. Si a esto le agregamos que ocurriría fuera de la atmósfera terrestre y en el espectro del ultravioleta, la recolección de datos resultaba de gran valor científico.En la Base Paraje Lapachito de Las Palmas, Chaco, trajeron tres naves completas, dos para ser lanzadas y una de repuesto. Se lanzaron dos cohetes idénticos con el mismo equipamiento científico para asegurar dos veces los resultados por si fallaba uno de los dos. Los cohetes constaban de tres etapas y sus distintos accesorios, dos etapas de propulsión de combustible sólido (nuevos combustibles desarrollados exclusivamente para propulsión de cohetes y probados por primera vez en estos lanzamientos), con sus respectivos alerones orientadores y estabilizadotes, y la cápsula científica con todo el instrumental a bordo y con equipo de nitrógeno comprimido para orientar los lentes hacia el sol. Cada cohete pesaba 3.500 Kg. y su longitud era de 12,50 metros con 80 cm de diámetro llevando una cápsula de 400 Kg. de carga útil a más de 260 Km. de altitud. Poseían estabilizadores con giróscopos y un sistema de orientación y guía automático muy sensible y preciso que hasta hoy se utiliza en misiles de largo alcance o en colocación de satélites en órbitas.

Principales operaciones durante el vuelo:
T=0 seg. Encienden los propulsores de la primera etapa y del sistema estabilizadores.
T=27 seg. Fin de propulsión de la primera etapa.
T=29 seg. Encienden el propulsor de la segunda etapa.
T=48 seg. Fin de la combustión del propulsor de la segunda etapa y puesta en funcionamiento del sistema de comando direccional de la cápsula con instrumental científico.
T=69 seg. Desprendimiento de las protecciones de la cápsula.
T=72 seg. Orientación de la cápsula científica hacia el sol
T=80 seg. a 460 seg. Desarrollo del programa científico en la intersección del cono de sombra y envíos de datos a la base de lanzamiento.
T=500 seg. Puesta en marcha del sistema de recuperación de la cápsula.
T=530 seg. Impacto de la cápsula en la llanura chaqueña.

Durante toda la operación del vuelo se recolectaba información a través de antenas ubicadas en la base. Para reafirmar estos datos se realizó un gran despliegue de recuperación de las cápsulas útiles en cuyo interior existían películas y grabaciones, entre otros, de vital importancia para el informe técnico de la misión. La primera cápsula fue recuperada dentro de las 48 h cerca de un estero en el norte de Formosa, con la información en buen estado. La otra se recuperó 20 días después en territorio paraguayo en una laguna. Si bien desde un comienzo se localizó la cápsula con coordenada y radio faros bip, el lugar era de difícil acceso por lo que se produjo un conflicto en el que tuvo que intervenir Cancillería para la devolución de la carga científica que finalmente fue recuperada y analizada.
Al concluir la misión, en la base comenzó el desmantelamiento total. Muchas herramientas e instrumentos fueron repartidos entre las empresas y organismos que se quedaron en Argentina e intervinieron en la misión. Todo el combustible sólido restante, más de 5 Tn, se contaminó con humedad y tierra, no pudiendo ser usado para un próximo lanzamiento, por lo que tuvo que ser quemado para aliviar los envíos de vuelta a Francia. Poco tiempo después, en paraje Lapachito el monte volvió a invadir la base, quedando solamente alguna estructura de hormigón. Las empresas y técnicos nacionales que intervinieron en la misión ganaron experiencia y conocimientos por haber trabajado con tecnologías totalmente nuevas para la época, y muchos técnicos argentinos continuaron su labor en Francia o Guayana trabajando en coheterías, integrando equipos de trabajo que hoy realizan lanzamientos de satélites de comunicaciones, meteorológicos y sondas al sistema solar desde la Unión Europea. La experiencia nos demostró que sin globalización de por medio la misión pudo llevarse a cabo coordinadamente, resultando un gran aporte de información científico tecnológica.

Por Remigio Colcombet, coornor@inti.gov.ar
Coordinador de la región NEA y NOA del INTI

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